Las familias también piensan, o del colmo de la terapia estratégica

La pausa y la estrategia en terapia
Uno de los puntales de la terapia estratégica es la pausa para “consultar con el equipo terapéutico” que observa desde el otro lado del espejo. Se supone que, durante dicha pausa, el equipo analiza la entrevista y perfila una “intervención” o una “estrategia” destinada (en función de la teoría que se asuma) a “cuestionar la epistemología de la familia”, “aumentar su implicación emocional mediante la confrontación”, “evidenciar los conflictos y lealtades subyacentes”, etc. Luego, el terapeuta vuelve a entrar a la consulta, pone en práctica dicha estrategia y (según el modelo clásico y para no “diluir” la potencia de la intervención) despide a la familia sin más “hasta la próxima cita”.

“¿De qué estarán hablando allí detrás?”
Es posible que este procedimiento genere cierta incomodidad en algunas familias; si es así, procuran no decirlo -¡son muy comprensivas con los terapeutas! Cabe imaginar, de todos modos, que las familias se preguntan qué hacen los terapeutas cuando no los están viendo -como se lo preguntaría cualquiera si supiera que van a hablar de él a sus espaldas. Pues bien: como testigo recurrente de estas escenas, me atrevería a responder que los terapeutas no hacen demasiado. Aunque también hacen más de la cuenta.

Me explico. Parte del proceso consiste en “elaborar hipótesis” que muestren la “circularidad sistémica” del síntoma, el por qué la hija deja de comer cuando el padre se encierra en su mutismo como respuesta a las veladas críticas de la madre. A continuación, un par de ejemplos de hipótesis perfectamente defendibles:

  • La hija, a través de su anorexia, se está sacrificando con el fin de desviar la atención de los padres hacia su enfermedad y no hacia sus conflictos maritales, derivados de la continua intrusión de la abuela paterna. Al mismo tiempo, mantiene a raya a la madre sin dejar de responder a sus constantes instigaciones en contra del padre.
  • La anorexia de la hija es un chantaje que permite equilibrar el juego de poderes de la familia, pues sostiene una coalición que ha establecido con su padre en contra de su madre, en dependencia de la que ésta ha mantenido con el abuelo paterno. El síntoma viene a ser una “huelga de hambre” con la que la chica amenaza a su madre cada vez que ésta pretende alejarse de su padre, y a la vez, mantiene al padre a distancia de la madre.

“¿Se lo puedes decir a la familia?”
Yo solía también proceder así, hasta que un día, uno de mis maestros, particularmente sagaz, interrumpió una de estas “hipótesis” preguntando: “y esto, ¿se lo podrías decir a la familia?” Y ante nuestras caras de perplejidad, continuó: “es que si no puedes, posiblemente no te sea de mucha ayuda, ni a ellos tampoco. ¿Qué les parece si nos dedicamos a pensar en cosas que sí podamos decirles?”

Entonces empecé a vislumbrar el valor de la terapia yin. Hacíamos demasiado, elaborando hipótesis cada vez más complejas y estilizadas para “explicar” el síntoma; y demasiado poco, pues nuestra “explicación” no nos permitía comprender a los miembros de la familia, resonar con su dolor y su pasión, hablarles desde el corazón y en términos que pudieran comprender.

Demasiado, pero muy poco en realidad.

El colmo de la estrategia: o las familias también piensan
Hoy he recordado esa escena a propósito de la siguiente viñeta (tomada de Problemas y Soluciones en terapia familiar y de pareja, de J. Carpenter y A. Treacher, quienes a su vez la tomaron de Brian Cade):


¡Fantástica! Porque saca a la luz el absurdo de la “estrategia” llevada al extremo: que las familias también piensan y, a veces, piensan acerca de sus terapeutas. Pero la teoría estratégica suele suponer o que no lo hacen o que lo hacen con menos “habilidad” que el terapeuta, que tiene que “engañarlos por su propio bien” o someterlos a una “contraparadoja terapéutica” para “forzarlos a salir del atolladero”.

No nos extraña, como terapeutas, encerrarnos durante media hora en una habitación a perfilar una “estrategia” para abordar a la familia; ¡pero nos parecería una aberración que la familia hiciera lo propio! Y sin embargo, estarían en su derecho; sin embargo, lo hacen constantemente -sólo que sin usar términos como “coalición”, “mistificación” y “jerarquías”.

Así, cuando deja de ser un aspecto para convertirse en la totalidad de la terapia, la estrategia sirve básicamente para distanciarnos de las familias -y mantener la ilusión de que podemos verlas “desde fuera”, elaborar “tácticas” y “modificar su estructura o epistemología”.

Porque, mal que nos pese, los terapeutas también somos humanos.

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