Artes marciales y terapia familiar sistémica


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Existen dos grandes familias de artes marciales en la tradición china, organizadas de acuerdo con principios que guían e inspiran su práctica. Estos principios coinciden, grosso modo, con la diferencia entre yin y yang -al menos con algunos de sus aspectos.

Las escuelas pertenecientes a la familia “externa” (o “dura”) enfatizan la fuerza física y la agilidad; son veloces, explosivas, intensas y abruptas. Sus adeptos prefieren el ataque a la defensa; y los principiantes se entrenan primero en acrecentar su vigor, rapidez y resistencia. Cuando combate, el artista “duro” ataca rápida y violentamente, bloqueando los golpes de su enemigo y asestando feroces puñetazos y puntapiés desde diversos puntos. Un buen ejemplo es el famoso Shao Lin Kung Fu.

Las escuelas “internas” (o “suaves”), por el contrario, hacen hincapié en la consciencia. El adepto debe ser capaz de percibir sus propios cambios de ritmo, equilibrio, respiración, etc., y usarlos para desarmar o inutilizar a su oponente. El entrenamiento se basa en la contemplación del “chi” (más o menos semejante al “aliento vital” o flujo de energía) y sus evoluciones en función del movimiento y la postura. Por eso, muchas de estas escuelas comienzan con ejercicios reposados y con lentas secuencias de movimientos fluidos, de modo que el aprendiz pueda reparar en el más minúsculo desequilibrio. Los practicantes de estilos “suaves” se reconocen por su fluidez, atención y serenidad; un combate semeja una danza estilizada y sin solución de continuidad. El artista “suave” evitará la confrontación directa, el bloqueo y el choque; antes bien, aprovechará la embestida de su enemigo, acentuando su momentánea pérdida de equilibrio hasta hacerlo caer o haciendo presa ágilmente del flanco que ha dejado al descubierto. Un buen ejemplo sería el T’ai Chi Ch’uan.

Las escuelas “duras”, desde su punto de vista yang, critican la falta de entrenamiento físico y de actitud marcial de las escuelas “suaves”. Estas, por su lado, deploran lo que, a sus ojos, es un uso indiscriminado de la “fuerza bruta”. Lo curioso es que, al menos en teoría, el aprendizaje completo de cualquier arte exige dominar tanto el aspecto yin como el yang. Pasado un cierto punto, la dirección del entrenamiento se invierte. El combatiente “externo”, desarrollados sus músculos y tendones, comenzará a estudiar su respiración; el “interno”, afianzado ya en su propio centro de gravedad, se atreverá a moverse más rápida e intensamente.

¿Qué pasaría si aplicásemos esta misma distinción a las diversas tradiciones de la terapia familiar sistémica?

Dar un rodeo


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En todas las artes e industrias, en todos los asuntos y relaciones del hombre, lo que da los mejores resultados es la combinación de lo derecho y lo curvo. Observa a un arquero: el arco es curvo pero la flecha es derecha. En una embarcación, el mástil debe ser derecho, pero las velas deben curvarse. A veces vale más hacer una indicación que dar un consejo abierto a un amigo y el modo mejor de dar a conocer tu opinión a reyes y gobernadores es la analogía disimulada, no la declaración directa. Unas veces hay que actuar derechamente y otras no.
Dando un rodeo, se llega adonde se quiere ir y, siendo al mismo tiempo firme y cortés, se llega al corazón de lo que importa.

(Tomado de La Importancia de Comprender, de Lin Yutang)

Psicología Wei Wu Wei

¿Cómo se verían la psicología y la psicoterapia desde el wei-wu-wei?


Japanese Garden – Rock Garden 02
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El Tao nada hace y, sin embargo, nada queda sin hacer.

Estas famosas palabras de Lao-Tse no pueden ser tomadas en su sentido literal, puesto que el principio de la “no-acción” (wu-wei) no equivale a inercia, pereza, laissez-faire o mera pasividad. Wu-wei, en el sentido de “no forzar”, es lo que queremos expresar cuando nos referimos a seguir la corriente, orientar las velas con el viento, seguir la marea en su fluir y adaptarse para conquistar.

(Alan Watts, El Camino del Tao)