La respuesta equivocada: el “test para políticos”
Hace poco, una magazine virtual me ha preguntado si sería útil o necesario someter a los candidatos políticos a alguna suerte de psicodiagnóstico para habilitarlos a ejercer sus funciones. No es la primera vez que surge esta idea; hace un par de años, en Ecuador, Jaime Costales propuso incluirla en la nueva Constitución:
“Obligatoriedad de que todo candidato a elección popular, desde presidente de la república hasta presidente de junta parroquial, pasen satisfactoriamente pruebas de salud mental y de inteligencia, para seleccionar a ciudadanos de alta salud mental y cualidades brillantes para dirigir al país. Los profesionales encargados de la toma y evaluación de esas pruebas, provendrían de los sistemas de salud mental de la ONU, para garantizar su independencia”.
Una solución aparentemente fácil y viable a los graves problemas sociales y políticos de países como el Ecuador: “estamos mal porque nuestros líderes son malos (patológicos, poco inteligentes, incapaces); por tanto, seleccionemos líderes sanos e inteligentes y estaremos mejor”. Pero tras esta solución aparente se oculta un error grave y catastrófico: fijarse sólo en los árboles y no en el bosque, sólo en los individuos y no en el sistema del que forman parte. Es decir, confundir la psicología social con la psico(pato)logía del líder.