Ku, El Trabajo en lo Echado a Perder


El ideograma chino Ku representa una escudilla en cuyo contenido prosperan gusanos. Esto significa lo echado a perder. Se ha producido a raíz de que la suave indiferencia del trigrama inferior se ha juntado con la rígida inercia del trigrama superior, y así se originaron las condiciones para el estancamiento. Como esto implica culpa, las circunstancias dadas imponen la exhortación a que se las elimine. Por eso la significación del signo no es simplemente “Lo Echado a Perder”, sino “Lo Echado a Perder como Tarea”, “El Trabajo en lo Echado a Perder”.

El Dictamen:
“El Trabajo en lo Echado a Perder .
Es propicio atravesar las grandes aguas.
Antes del punto inicial tres días,
después del punto inicial tres días”.


Comentario
Lo que se ha echado a perder por culpa humana, puede también subsanarse mediante el trabajo humano. Pero es necesario que uno no se arredre ante el trabajo y el peligro -simbolizado por el cruce de las grandes aguas-; es necesario tomar cartas enérgicamente. No obstante, es condición previa del éxito una adecuada reflexión. Esto se expresa en la sentencia añadida: “Antes del punto inicial tres días, después del punto inicial tres días”. En primer término deben conocerse las causas que han conducido a la corrupción, antes de que ésta pueda subsanarse: de ahí la necesaria atención durante el período anterior al tiempo inicial. La indiferencia y la inercia que han conducido al estado de corrupción deben ser reemplazadas por la decisión y la energía, a fin de que un nuevo comienzo pueda suceder a la terminación de tal estado.

La Imagen:
“Abajo, al borde de la montaña, sopla viento: la imagen del echarse a perder.
Así el noble sacude a las gentes y fortalece su espíritu”.

Comentario
Al soplar el viento en lo bajo, al borde de la montaña, se ve rechazado y echa a perder las plantas. Esto contiene una exhortación al enmendamiento. Lo mismo ocurre también con las disposiciones de ánimo inferiores y con las modas: introducen corrupción en la sociedad humana. Para eliminarla, el noble ha de renovar la sociedad. El noble ha de eliminar el estancamiento sacudiendo a la opinión pública (tal como el viento sacude con su acción) y fortalecer luego el carácter de la gente, tranquilizándolo (como es el caso de la montaña que brinda tranquilidad y alimento a todo lo que crece a su alrededor).

(I Ching, trad. de Richard Wilhelm)

Sung, El Conflicto (El Pleito)


El signo primario superior, cuya imagen es el cielo, orienta su movimiento hacia arriba; el signo primario inferior -agua-, conforme a su naturaleza tiende hacia abajo. Los rumbos de movimiento de las dos mitades divergen y esto da por resultado la idea de conflicto.

El Dictamen:
“El Conflicto. Eres veraz y te frenan.
Detenerse con cautela a mitad del camino trae ventura.
Ir hasta el fin trae desventura.
Es propicio ver al gran hombre.
No es propicio atravesar las grandes aguas”.


Comentario
El conflicto surge cuando alguien, sintiendo que está en su buen derecho, se topa con resistencias. Sin esa convicción de que uno está en su derecho, la resistencia conduce a la astucia o a la transgresión violenta, y no al pleito abierto.
Cuando uno se halla envuelto en un pleito, lo único que podrá traerle salvación es una vigorosa y firme serenidad, dispuesta en todo momento a la conciliación del pleito, al arreglo a mitad del camino. Continuar la querella hasta su amargo fin acarrea malas consecuencias, aun cuando uno concluya teniendo razón, puesto que en tal caso se perpetúa la enemistad.


La Imagen:
“Cielo y agua se mueven en sentido contrario:
la imagen del conflicto.
Así el noble, en todos los negocios que realiza,
reflexiona debidamente sobre su comienzo”.

Comentario
La imagen indica que las causas del conflicto residen en las orientaciones opuestas, ya previamente existentes, de ambas partes. Una vez que aparecen tales direcciones divergentes necesariamente se origina en ellas el conflicto. Se infiere entonces que a fin de precaver el conflicto conviene pensar cuidadosamente en todo desde el mismo comienzo. Cuando se establecen claramente derechos y deberes, o si en una asociación humana convergen las orientaciones espirituales, la causa del conflicto queda de antemano eliminada.

(I Ching, trad. de Richard Wilhelm)

¿Para qué sirve la metafísica?

Hace unos meses, dentro de un procedimiento burocrático tan inútil como ofensivo, me hicieron la siguiente pregunta:

“¿Para qué sirve la metafísica hoy en día?”

Pintura Metafísica, de Giorgio de Chirico

Debo admitir que me quedé apabullado. ¿Qué podía decir? ¿Cómo conseguir que el obtuso cerebro de quien la había formulado diese cabida a la respuesta? “No, señor: no sirve para nada –he ahí su maravilla y su virtud”. O: “Si vamos por ésas, ¿por qué no preguntar también para qué sirve la música?” O: “Sirve para comprender cómo alguien puede hacer preguntas así de estúpidas”. (Esto último no es tan cierto –pero ¡resulta deliciosamente insultante!)

Algo de esto hubiese replicado, si me sobraran agudeza y buenos reflejos. Mas no es el caso.

El caso es que horas después di con la respuesta adecuada, un ejemplo de concisión ligeramente exótico; el tipo de cosas que han popularizado los personajes chinos de las series televisivas, sabios, pacíficos y expertos en artes marciales. Proviene del clásico taoísta más importante, el Chuang Tsé:

Hui Tzu dijo a Chuang Tzu:
“Todas tus enseñanzas están centradas en lo que no tiene utilidad”.

Chuang replicó:
“Si no aprecias aquello que no tiene utilidad,
no puedes ni empezar a hablar acerca de aquello que la tiene.
La tierra, por ejemplo, es amplia y vasta, pero
De toda esta extensión el hombre no utiliza más que las pocas pulgadas
Sobre las que en un momento está.
Ahora, suponte que súbitamente haces desaparecer
Todo aquello que no está de hecho utilizando
De modo que, en torno a sus pies, se abre
Un abismo, y queda en medio del vacío,
Con nada sólido en ninguna parte, excepto justo debajo
De cada pie…
¿Durante cuánto tiempo podrá usar lo que esté utilizando?”

Hui Tzu dijo: “Dejaría de servir para nada”.

Chuang Tzu concluyó:
“Esto demuestra
La necesidad absoluta
De lo que «no tiene utilidad»”.

Chuang Tsé

Chuang Tsé (al igual que la casi totalidad de sus coterráneos) prefería la fábula a la prosa. Sin embargo, la engañosa simplicidad de sus relatos oculta razonamientos sumamente abstractos, sutiles y persuasivos.

Por ejemplo, que la consciencia es siempre estrecha: que su obstinación por separar lo “útil” de lo “inútil” restringe su alcance inescapablemente; que su principal fortaleza, su intencionalidad, es su mayor debilidad; y que la fascinación contemporánea por el propósito consciente traiciona la pobreza de nuestra metafísica cotidiana, su incapacidad para elevarse sobre el manto de los siglos. No pecamos por falta de “visión de futuro”: pecamos por obligarnos a abrigar visiones allí donde se vuelven peligrosas -donde lo mejor es dejarse llevar. Prescindir de las tradiciones porque no les encontramos “utilidad” es cavar nuestra propia tumba -debajo de nuestros pies.

De ahí que la verdad fundamental del taoísmo sea: la Mente no puede gobernarse a sí misma. Pues, si lo intenta, sólo consigue limitar su desarrollo a lo que le es inmediatamente presente. Obligarse a cambiar es la forma más segura de no hacerlo.

La Consciencia

Pues bien: si has llegado hasta aquí, ya sabes para qué sirve la metafísica; y sabes que no lo habrías descubierto sin antes vagar a tientas.

Lo cual demuestra
La suprema necesidad
De lo que no sirve para nada.

Pleamares de la vida

W. Shakespeare

There is a tide in the affairs of men, which, taken at the flood, leads on to fortune.

Shakespeare, Julius Caesar

A diferencia de lo que se suele creer, el I Ching no es, en rigor, un oráculo; no sirve para “predecir el futuro” (aunque pueda acertar asiduamente) ni para “leer la mente del otro” (aunque arroje alguna luz sobre ella). Sirve, básicamente, para plasmar la situación en la que se está inmerso; o, mejor dicho, su tiempo.

Porque para interpretar el I Ching hace falta un concepto imprescindible, el de tiempo; como cuando decimos “es tiempo de siembra” o “es tiempo de irse”. De hecho, parece que era éste el significado original del término chino para “tiempo”, shi: como en “las estaciones no se equivocan” (Comentario al Hexagrama 16).

Nada hay más cambiante que las estaciones, y sin embargo, nada más permanente. Del mismo modo, los asuntos de los seres humanos siguen una corriente alternante y repetitiva contra la que no cabe luchar. Es menester descubrir la forma de comprenderla y aprovechar su ímpetu: aprender a abandonarse a ella, sin reparos ni segundas intenciones.

El libro, si hace algo, es señalarte el tiempo de la situación que te preocupa: el apogeo o caída de “lo Luminoso”, la sucesión continua y deslumbrante del yin y el yang, el favor o la desgracia que acechan al “Hombre Superior”; en suma, las pleamares de la vida.

Y los comentarios que incluyen la frase “grande es, en verdad, el tiempo” transmiten la suprema necesidad de dar con el momento justo para obrar –lo que en la tradición griega se llamaba kairos.

Ya que, por otro lado, siempre es preferible no actuar a tratar en vano de remontar el río de la vida; lo cual no tiene nada que ver con el Destino, la Fortuna o Dios: sólo con el tiempo.

Me temo, sin embargo, que no sea éste el mejor consejo para los oídos de hoy -frenéticos, monotemáticos, insaciables; ni para nuestras cabezas, que confunden la terquedad con la fortaleza, la rigidez con el valor, la brutalidad con el poder.

¿Querrá esto decir que no es su tiempo?

El único requisito para leer el I Ching

Así es. Independientemente de la familiaridad con la cultura china (que, indudablemente, ayuda), con su idioma (que ya sería un lujo) y con su complejísima lógica (toda una proeza), para leer e interpretar el I Ching es menester seguir una sola regla fundamental:

Hace falta ser honesto.


Sólo el más sublimemente veraz es capaz de comprender esta ley; apoyado en esa revelación es capaz de entender los símbolos y en seguida puede deslindar sus significados a partir de pequeñas manifestaciones.
(En El significado del I Ching, Hellmut Wilhelm)

Por cierto: la “sinceridad” era considerada una virtud cardinal por una reducida escuela de neoconfucianos de la dinastía Ming; un poder trascendental del que se derivaban prácticamente todos los demás. La referencia exacta se me escapa… aunque recuerdo vagamente el libro en cuestión.

“Vaya, ¡qué fácil!” -podrías pensar; “¡sólo es cuestión de ser sincero!” No es tan sencillo; por el contrario, puede que sea la más dura de las pruebas. Siempre hay al menos una persona con la que uno no es franco: uno mismo.

De hecho, pienso que el mayor valor del oráculo es que se niega a halagarte, a “dorar la píldora”, a contar una mentira blanca o grisácea. Tal y como lo hacen los buenos amigos.

No se trata de ser despiadado, cruel o brusco; sólo de ser honesto, de ver las cosas de frente, cara a cara -de contemplar el mayor tiempo posible la deslumbrante verdad.

(Porque, dicho sea de paso, la verdad existe. Ya sé que sostener esto me meterá en gordos enigmas metafísicos, pero qué le vamos a hacer… ¡Es lo que creo!)

I Ching