Neurociencia del sueño: “Siempre estamos soñando”

Uno de los aspectos más fascinantes de la interpretación de los sueños es que la investigación al respecto avanza a pasos agigantados y trae consigo constantes sorpresas. Sorpresas que a veces caen en lo irónico.

Hobson, 1975: “El sueño no significa nada (¡Adiós, Freud!)”

J. Allan Hobson es uno de los investigadores más importantes del sustrato neural del sueño. Se hizo famoso ante todo por dos cosas: proponer (en 1975) el “modelo de síntesis de activación” y cuestionar agriamente la entonces dominante teoría freudiana del sueño -y, por extensión, toda la obra de Freud.

El modelo de síntesis de activación sostiene que el sueño (las imágenes y experiencias que sentimos al soñar) es un mero “epifenómeno”, un resultado del intento del cerebro anterior de sintetizar y organizar los inputs suscitados por la activación cíclica y aleatoria de ciertas zonas colinérgicas del tallo pontino cerebral. Estas zonas segregan acetilcolina -que suscita la fase REM (Rapid Eye Movements) del dormir, en la cual es mucho más probable soñar; a su vez, inhiben a, y son inhibidas por, otras zonas que secretan norepinefrina y serotonina. Cada 90 minutos se invierte este equilibrio químico: las zonas colinérgicas se imponen sobre las demás, generando el estado REM e induciendo disparos al azar de las zonas perceptuales (sobre todo oculares) y motrices del cerebro. La corteza, que no distingue la vigilia del sueño, intepreta estos disparos como inputs del mundo exterior e intenta ordenarlos lo mejor que puede, creando una secuencia de imágenes tan carente de sentido como enigmática. Luego, las zonas que emiten serotonina y norepinefrina se activan, inhibiendo la secreción de acetilcolina y sacando a la persona de la fase REM. Y así, una y otra vez, hasta el amanecer. Continue reading

Los seres humanos: primariamente empáticos

Comunidad y sociedad

Hace más de cien años (en 1887), el primer sociólogo alemán, el gran Ferdinand Tönnies, publicó su magnum opus: Gemeinschaft und Gesellschaft (“Comunidad y Sociedad”). Plantearía allí ideas fundamentales que, pese a su influencia en Max Weber, pasaron a segundo plano tras la segunda guerra mundial (de hecho, en muchas historias de la sociología la obra de Tönnies se reseña brevemente y de pasada).

El contraste propuesto por Tönnies entre Gemeinschaft (“comunidad”) y Gessellschaft (“sociedad”) fue tan influyente en la primera mitad del siglo como criticado en la segunda. Antes de que Durkheim, comparando las sociedades tradicionales con las modernas, diferenciara la solidaridad mecánica de la orgánica, Tönnies reparó en que los grupos humanos se mantienen unidos por dos razones distintas y a veces contrapuestas: los vínculos de afecto, por una parte, y los de interés, por otra. Un autor contemporáneo, Jeremy Rifkin, lo ha redescubierto y explorado sus fascinantes implicaciones -como lo explica en un fantástico video que incluyo al final de esta nota. Continue reading

Bruce Lee y el fin de las escuelas psicoterapéuticas

Ya he mencionado el paralelismo entre las artes marciales y la terapia. Es lógico: al fin y al cabo, ambas estudian cómo conducir las interacciones al mejor desenlace posible con el mínimo esfuerzo.

En otras palabras, tanto las artes marciales como la psicoterapia investigan la mejor manera de organizar la acción: aquellas los movimientos, esta el diálogo. Y por ende, identifican patrones recurrentes que aíslan, desmenuzan, reordenan y perfeccionan hasta alcanzar la máxima eficacia. En las artes marciales japonesas, estos patrones se llaman kata (“forma”); en psicoterapia, “técnicas” o “intervenciones”. En definitiva, las artes marciales son simplemente una forma de organizar la acción con la mayor eficacia y elegancia: lo mismo que la terapia.

Las artes marciales se dividen en “disciplinas”, que a su vez engloban “estilos” que enfatizan distintos aspectos del arte del combate (fuerza vs. velocidad, armado vs. desarmado, patadas vs. puñetazos, golpear vs. aferrar, detener vs. desviar, etc.) Asimismo, la psicoterapia comprende “escuelas” o “líneas teóricas”, cada una con sus objetivos terapéuticos y formas de valorarlos, que enfatizan diversas “técnicas” en distintas secuencias: la “interpretación”, el “diálogo socrático”, la “catarsis”, la “integración de polaridades emocionales”…

A mi entender, este tinglado de escuelas y teorías está en decadencia y ha de dar paso a la investigación y descubrimiento de los principios fundamentales del cambio terapéutico, asociado con la construcción de un sólido modelo de la mente y sus correlatos neurales y socioculturales. Una tarea magna pero insoslayable.

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“Soy terapeuta, a secas”: el fin de las escuelas psicoterapéuticas, cuarta parte

Las “escuelas terapéuticas” deben desaparecer. He esgrimido ya tres razones:

  1. La mayor parte de terapeutas eligen “escuela” no por su eficacia sino porque coincide con sus prejuicios y visión del mundo;
  2. Según la investigación, el principal predictor del éxito en terapia no es la técnica o “corriente” que el terapeuta emplee sino la interacción entre su persona y las de los pacientes, sobre todo en lo que se refiere a su capacidad de crear alianzas terapéuticas sólidas y negociar contratos terapéuticos viables, lo cual requiere una visión fundada en la esperanza, no en el déficit;
  3. Los hallazgos de la neurociencia, la psicoterapia empírica, la ciencia cognitiva y la psicología social convergen, lentos pero inexorables, hacia un núcleo de hipótesis comunes, la más importante de las cuales es la intersubjetividad radical (y, añado ahora, el dejar atrás las perspectivas centradas en la homeostasis para alcanzar otras más eficaces y plausibles, centradas en el cambio adaptativo y los equilibrios dinámicos).

Resta por exponer la cuarta, última y más importante, cosa que haré en dos entregas. La he dejado para el final porque, a diferencia de las anteriores, no es exclusiva de la psicoterapia sino que permea la “mentalidad” contemporánea; es ubicua pero, por eso mismo, menos obvia -y más poderosa. Se infiltra invisible y subrepticia en la consulta de todo terapeuta; extiende sus tentáculos hacia cualquier conversación orientada al cambio; es nuestra estrategia preferida ante el sufrimiento y la patología. Es una tentación siempre presente en nuestro trabajo -y, de hecho, en la vida, en la medida en que es también dolorosa.

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La Nueva Interpretación de los Sueños: neurociencia y constructivismo

Escuela Sistémica ArgentinaAcabo de regresar del Ateneo que he dictado en la Escuela Sistémica Argentina sobre “La Nueva Interpretación de los Sueños: neurociencia y constructivismo”. Una experiencia magnífica, muy animada y acogedora.

Los sueños son uno de los temas más fascinantes de la psicología y la psicoterapia -y, a la vez, de los más manoseados, habitualmente con poca destreza o sensibilidad. Desde que Freud propusiera sus ideas, sugestivas pero casi siempre equívocas, acerca de su contenido y método de interpretación, los sueños han sido capturados por la “psicología profunda” -para consternación de psiquiatras y psicólogos científicos, que han huido de ellos como de la peste. Así, ninguno de los dos “bandos” ha podido aprovechar las intuiciones o evidencias del otro.

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“Soy terapeuta, a secas”: el fin de las escuelas psicoterapéuticas, tercera parte

En las anteriores entregas he sostenido que las escuelas terapéuticas deben desaparecer. O, al menos, que debemos modificar sustancialmente nuestra forma de entender la psicoterapia y el cambio humano. Ya no más “freudianos”, “sistémicos”, “cognitivos”, “humanistas”, “constructivistas”; de ahora en adelante, terapeutas, a secas.

Asimismo, he aducido dos razones potentes y profundas. Una, que (por lo que sabemos) la mayor parte de terapeutas eligen su escuela no porque sea la más eficaz, apoyada en la evidencia o útil sino porque es coherente con sus principios y su forma de ver el mundo. Dos, que a juzgar por las investigaciones los factores que mejor predicen la mejoría no tienen que ver con la “corriente” sino con el terapeuta: su capacidad de establecer alianzas y negociar contratos terapéuticos.

Continúo hoy con la tercera: que, a mi juicio, pronto no habrá nada específico que defender de cada escuela.

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