Culturas de Corrupción, o los culpables somos nosotros mismos

En Lobos o Corderos, que escribí hace un año, defiendo que la corrupción es endémica en el Ecuador, y no propia solamente de una clase de malvados consuetudinarios llamados “políticos” (o “los de siempre”, o “poderosos”, o “imperialistas”…) Que esa corrupción forma parte del “mundo dado por hecho”, de la forma en que nuestra cultura y nuestras formas de crecer y creer nos permiten contemplar el universo y posicionarnos frente a él.

El debate sobre las causas de la corrupción es intenso y controversial. Algunos, como yo, postulan que la corrupción se deriva no solamente de los arreglos institucionales perversos o desordenados sino ante todo de la cultura y principios de los actores involucrados. Pero este aserto carecía de sólida contrastación empírica.

Hasta ahora, que se ha publicado un estudio simple, conciso y penetrante: Cultures of Corruption: Evidence from Diplomatic Parking Tickets.

Los diplomáticos en New York están exentos de penas por infracciones de tránsito. Por ende, su conducta es independiente de cualquier arreglo institucional de incentivos o castigos y se deriva exclusivamente de sus escalas de prioridades internas.

Y ¿cuál es el resultado? Que los diplomáticos de países con bajos niveles de corrupción cometen muchas menos infracciones que los que vienen de países corruptos -¡aunque, desde la teoría de la acción racional, las condiciones deberían favorecer el que todos las cometieran! Puesto que, en ausencia de pérdida (penas legales), la infracción es una clara ganancia; actuar con impunidad y beneficio siempre es mejor que actuar correctamente incurriendo en pérdida. Pero contra muchos pronósticos ciegamente economicistas, la gente mantiene sus principios incluso fuera de las instituciones que los modelan.

Así se demuestra fehacientemente que la cultura sí que influye en la conducta, que la teoría de la acción racional es, como mínimo, insuficiente -y que, aunque no nos guste aceptarlo, la responsabilidad de hundirnos o volar, de seguir como siempre o cambiar recae en cada uno de nosotros, cada día.

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