Sexo sin emociones y pornografía

Mucha gente cree que se pueden entablar relaciones sexuales sin sentir emociones. Piensan que un one night stand está exento de “ataduras”; que el sexo no necesariamente compromete y que pueden manejar a voluntad sus emociones.

Se equivocan. Lo único que diferencia la experiencia de la sexualidad del ser humano de la de los animales (al menos la mayoría) es que nunca puede no ser “emocional”.

Dimensiones de la experiencia sexual

Las emociones siempre están presentes en cualquier intercambio sexual. El punto es de qué tipo de emociones se trata; y aquí hay, básicamente, dos extremos contrapuestos -e infinidad de puntos intermedios: el espectro de la vivencia sexual humana.

De un lado, la sexualidad puede ocurrir en el contexto del amor o alguna de sus variantes o congéneres: la amistad, el aprecio, la admiración… Todas ellas suponen un reconocimiento básico y una valoración positiva de la vida del otro. En estos casos, el acto sexual es una suerte de celebración mutua de la existencia; una celebración que, a lo que parece, sólo los seres humanos podemos alcanzar (y sólo de vez en cuando).

Del otro lado, la sexualidad puede darse acompañada de un despliegue de dominio y poder; el paradigma es el sexo del cine pornográfico, donde los amantes casi nunca se acarician ni besan y se mantienen a la mayor distancia física posible tanto para facilitar las tomas cuanto para enfatizar su desapego.

Rituales pornográficos

Tengo la impresión de que las recurrentes características del sexo pornográfico no se deben exclusivamente a las demandas del director o a la necesidad de “quedar bien” en cámara. Orquestan, más bien, un ritual sumamente estricto y demarcado para hacer hincapié en el aspecto dominante de la sexualidad humana -en la manera en que ésta forma parte no del amor sino del poder o la fuerza.

Ante todo, la exageración que prima en los gestos y diálogos que se suscitan en medio del sexo y que los hacen ficticios y sobreactuados. Como dice Gloria Swanson en Sunset Boulevard: “We didn’t need dialog. We had faces“. Rostros que intentan convencernos de que no sólo lo están disfrutando sino que es sin lugar a dudas el mejor sexo de sus vidas (hasta la próxima película). Lo cual se desprende, claro, de que por más “real”, “bestial” o “natural” que sea el sexo son actores quienes lo practican: no sólo se comunican entre sí sino sobre todo con el potencial espectador. Y es a él a quien se dirige tanta brutal elocuencia.

Y luego, la secuencia de prácticas: fellatio, cunnilingus, penetración en diversas posturas (a cuál más estrambótica) y eyaculación en la cara de la mujer. No sé de ningún estudio que compare las frecuencias de estas diversas escenas en las películas pornográficas; pero me parece que, por ejemplo, cuando en este cine la mujer practica el sexo oral al hombre éste se halla casi siempre de pie y ella de rodillas, mientras que el caso inverso es mucho menos habitual. Y la eyaculación, desde luego, remite clarísimamente al marcado territorial mamífero; a lo que se añade la humillación de hacerlo en el rostro.

Todo lo cual permite conjeturar que el ritual minimiza la posibilidad de proximidad afectiva entre los actores; que sirve, entre otras cosas, para impedir que sientan algo el uno por el otro que no sea el deseo de imponerse o demostrar su masculinidad exhuberante o su femineidad inagotable.

Lo que no quiere decir que sean “malas personas”: únicamente que, en esos contextos, vivencian el sexo en términos de poder y no de cercanía. Me imagino que muchos de ellos se mofan de la artificialidad de su trabajo.

No se trata, obviamente, de satanizar la pornografía, sino de entenderla.

Dominación y masculinidad: el sexo sin ataduras como mantenimiento de la identidad

Esto también ocurre entre los mamíferos. Para demostrar su dominancia, el perro alfa “montará” breve y alegóricamente a un perro de menor jerarquía; porque, mientras lo monta, lo mantiene indefenso y bajo su control. Es una forma incontrovertible de exhibir, y a la vez fortalecer, su posición en el pecking order.

Pero en este caso, no es el sexo lo importante sino la dominación; o, mejor dicho, la identidad que se establece o sostiene a través del acto sexual.

Por ende, el sexo nunca puede hacerse ascépticamente: siempre está plagado de emociones. Y siempre compromete; en ocasiones con el otro y muchísimas veces con uno mismo y la imagen de “masculinidad” o “femineidad” que se quiere mantener: “soy tan hombre/mujer que atraigo a quien quiero”, por ejemplo.

La excusa de la “satisfacción de necesidades”

La explicación común para el sexo sin ataduras (y mientras más desconocidos mejor) es que sirve para “satisfacer una necesidad natural con el mínimo de compromiso y problemas”. Sin embargo, tengo la sensación de que alguna gente que lo practica lo vivencia de otra forma -al menos durante un tiempo. Porque parecen embarcados en una búsqueda sin término de nuevas experiencias y compañeros sexuales; en cuyo caso, la necesidad que intentan satisfacer no es solamente la de tener sexo sino la de nunca repetirse. Y se trata de una “necesidad” completamente distinta del mero prurito animal; una necesidad plenamente humana.

Pensemos en otra necesidad básica, la de comer. Para satisfacerla bastaría con comer siempre lo mismo; la variedad no se deriva de la necesidad en sí misma, del “instinto”, sino de la búsqueda de placer.

Pero tampoco es eso únicamente. Nadie va por ahí contando con orgullo el número de bifes de chorizo y langostas que se ha comido; mientras que muchas personas hacen gala del número de gente con los que se han acostado. Porque lo primero no tiene ningún efecto sobre la identidad mientras que lo segundo le es imprescindible. Máxime en una cultura que funda el valor de la gente en su atractivo físico y que admite la simplona ecuación “mayor atractivo = mayor número de conquistas”.

El placer de dominar y el placer de querer, y “quién soy yo en todo esto”

Es posible, en consecuencia, que el “placer” sexual pueda estar teñido o bien de dominación (y, por tanto, engrandecimiento del propio yo a costa del otro) o bien de aprecio (y, por tanto, engrandecimiento de todos los involucrados). Y que estos tintes sean detectables y diferenciables por medio de la comparación entre diversas experiencias sexuales.

Que la persecución de la variedad obedezca no a la satisfacción de una necesidad o a la exploración de un placer sino al mantenimiento de una identidad relativamente frágil fundada en el poder o el dominio; y que el sexo sea tan importante para los seres humanos porque se vincula íntimamente con la identidad, con el “¿quién soy yo?”

Una conclusión demasiado moralista, me parece.

Pero sin duda sugerente.

6 thoughts on “Sexo sin emociones y pornografía

  1. anonimus responsus says:

    Si me preguntaban hace unos seis meses si creo que pueden existir relaciones “asépticas” (usando tu palabra), hubiera contestado que con un poco de práctica, se puede llegar a tener sexo sin involucrar emociones. Ahora estoy totalmente de acuerdo contigo, no existe tal cosa pero, a mi modo de ver, básicamente porque no puedes evitar involucrar tus emociones, no solo hacia el otro, sino, y principalmente, hacia ti mismo.

    Por otro lado, en cuanto a lo que dices del “prurito” o necesidad de satisfacer los impulsos y las necesidades, no creo que puedo estar en completo acuerdo. Creo que cuando uno se acostumbra a un cierto tipo de frecuencia, ritmo, o lo que yo llamo, memoria corporal, esa necesidad de estar con otra persona (solo me refiero a lo físico aquí), no solo pasa por el hecho de que te alimenta el ego, sino que también cubre un espacio que se quedó en blanco.

    No solo es el poder sacar a relucir que estuviste con este amante o el de allá y que conseguiste 5 acuestes distintos en la semana. Eso solo es la fachada que cubre la inseguridad de volver a experimentar la carencia de afecto físico, que algún momento estuvo, o pretendió estar relacionado a una emoción. En todo caso, coincido contigo, en que eso es lo comienza ese ciclo de buscar relaciones que no te lleguen a tocar y, ahí es cuando, te aproximas más al comportamiento del perro alfa.

  2. Ernesto Lynch says:

    Hoy, me veo con un tiempo, con un periodo que me permite ingresar a su pagina a comentar. Deseo que mantuve hace tiempo.
    El amor, hoy dia, se encuentra de tal forma bastardeado; algo utopico. Provocando, un sentimiento generalizado de incapacidad de amar; sin conocer que es lo que esto significa. Los sentimientos, en el acto existen, pero tambien existe ese esquema mental, que no permite la extrapolarizacion de los mismos. Generando asi, las mañas; saliendo a la luz tambien, las imagenes consumidas de dominacion masculina.
    Cuando uno, descubre lo que ocurre; puede tomar otras posturas (no sexcuales, claro). Dejar de lado, esas cosas, para al fin lograr un encuentro; plegado de sentimientos.
    El sexo, se consume. Se consumen en tv los programas de sexo tantrico, de sexo oriental, de sexo dietetico. Complejizar algo, que puede ser, desde el vamos tan simple, como dejar ser al otro. Volver al placer propio, en el placer del otro.
    El sexo, el acto mecanico. El amor, entonces, transciende este mecanisismo, sumergiendo a ambos sujetos y mas alla del acto concreto del encuentro de sus cuerpos, como un flujo de aprendizaje, como un arte. Algo que no solo tiene que ser visto como las dos personas, a dos personas; sino en todos los ambitos, en todos los emprendimientos que uno quiere materializar.

    Atte.

  3. Daniel Mancero says:

    Creo que toda acción humana exige emociones… Y con respecto al amor (y al sexo sin amor): ¿No es el amor querer ser poseído por aquello que uno pretende ¨amar¨? ¿Y no es la posesión entonces su contrario?
    Si no he caído en un simple juego de palabras, creo que procuramos amar u odiar mediante la posesión, pues en ella se contienen ¨miméticamente¨ amor y odio…
    Dañel

  4. La falta o la pobre educación sexual hace que cada vez adultos y sobre todo adolescentes consuman más pornografía y aprendan erróneamente que el sexo es así, algo que está muy lejos de la realidad y que genera conflictos internos e incluso disfunciones sexuales al compararse con actores y escenas que ven que no son capaces de imitar.

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