“Soy terapeuta, a secas”: el fin de las escuelas psicoterapéuticas, primera parte

Hace unos días me hicieron una pregunta: “¿de qué corriente es usted?” Sin pensarlo, respondí: “De ninguna”. Y es la mejor respuesta que pude haber dado.

Sí, sé que en este mismo sitio expongo lo que son el coaching y la psicoterapia contructivistas. Y es cierto que el constructivismo (en particular, las ideas de George Kelly y Gregory Bateson) anima e inspira mi práctica como asesor y facilitador de procesos de cambio. Pero -y este es el quid de la cuestión- ya no me describo a mí mismo como “constructivista”; de hecho, no me describo de ningún modo. Soy un psicoterapeuta y coach, a secas. Trabajo en favorecer el cambio en los individuos y organizaciones, a secas.

Asimismo, cuando doy clases contribuyo activamente a desarmar el tinglado de las “corrientes terapéuticas”. Porque tengo la esperanza de que todos los terapeutas lo sean “a secas” dentro de una o dos décadas: sólo así convertiremos la psicoterapia en una empresa tanto científica como útil.

Pero ¿por qué acabar con las “corrientes”? He aquí algunas razones.

“Soy psicoanalista”: escuela e identidad

La investigación demuestra que los terapeutas elegimos nuestra escuela no por su utilidad, eficacia o solidez científica sino casi exclusivamente por su coincidencia con nuestra cosmovisión.

Una encuesta realizada por David Winter divide a los terapeutas en dos clases: los que tienen una cosmovisión “mecanicista” y los que la tienen “organicista”. Los primeros comparten una epistemología lineal en la que los fenómenos tienen causas próximas, discretas e identificables; tienden a explicar la conducta humana usando variantes de la metáfora de la máquina (como la “programación mental”, la “activación de patrones” o “el aprendizaje de conductas”); atribuyen los cambios terapéuticos a las técnicas que aplican a sus pacientes; suelen verse a sí mismos como “más bien científicos” y su práctica como “basada en la evidencia”. Los segundos reparan en el contexto de los actos más que en sus cadenas causales inmediatas; parten del supuesto de que las acciones de las personas persiguen propósitos y tienen sentido por más que parezcan locas o bizarras, de forma que sus intervenciones enfatizan la comprensión antes del cambio; ven al ser humano como un organismo adaptativo capaz de modificar su línea de conducta -no como una computadora que sigue ciegamente su programa; se consideran más “flexibles” y menos “reduccionistas” que sus colegas mecanicistas, a los que tachan de “cientificista”; y más que la evidencia, lo que prima en su práctica es el cuidado de la relación.

Ellis, Beck (al menos hasta hace una década), Mischel, Skinner son ejemplos de psicólogos mecanicistas; Bateson, Kelly, Stack Sullivan, Michael White (y yo mismo), de psicoterapeutas organicistas. La terapia cognitivo-conductual, la conductista, la racional-emotiva, la psicodramatista y las que parten del trabajo con el “trauma” tienden al mecanicismo; la sistémica y la constructivista, al organicismo. En cuanto al psicoanálisis los hay de ambas clases: los analistas que hurgan en el pasado en pos de la “causa” del trastorno y que esperan cambiarlo con la fiel aplicación de la técnica y con el análisis que debe transcurrir “en la abstinencia”, y los que se interesan por la comprensión que la persona tiene de su historia, que suelen autodenominarse “hermenéuticos”.

La investigación sugiere que las personas con mayor complejidad cognitiva tienden a elegir escuelas organicistas mientras que las de menor complejidad se inclinan por las mecanicistas. En otras palabras, elegimos una escuela porque nos hace sentido, porque coincide con el modo en que nos relacionamos con la existencia, los demás y nosotros mismos. Una vez elegida, la corriente perfila nuestra identidad al vincularnos con personas con las mismas búsquedas; nos ayuda a explorar nuestra cosmovisión a través del contacto con sus grandes representantes, de la puesta en práctica de sus principios y la observación de sus resultados. De ahí que los “humanistas” tiendan a ser de izquierda, a vestir informalmente, a ser afables y “cercanos” y a “hablar desde sus sentimientos”; los cognitivos, a ser más formales, enfatizar el profesionalismo, la disciplina y la responsabilidad individual; los psicoanalistas a ser reservados, enigmáticos, un tanto rígidos y envarados y a “ver más allá de lo evidente” (o al menos, aparentarlo)…

No es casual que respondamos a la pregunta de “¿en qué trabajas?” con un “Soy (psicoanalista, sistémico, psicodramatista, humanista…)”: Vivenciamos nuestra identidad a través de la teoría.

He aquí una forma fácil (aunque un tanto equívoca) de saber a qué tendencia perteneces:

Juan es un chico de 16 años que vive con su madre. Es responsable, buen estudiante y amistoso. Recientemente ha empezado a mostrar cambios que inquietan a sus familiares: sale con sus amigos y no regresa hasta pasada la medianoche, bebe, fuma… Ante las preguntas de su familia gruñe y replica que ya es grande, que puede hacer lo que le dé la gana y que si insisten se irá de casa. Tu dirías que…

  1. Hay que buscar la causa del problema de Juan. Tal vez sus amistades, el consumo de alcohol, la carencia afectiva que sufrió en la infancia, el maltrato de algún pariente… Una vez hallada, hay que intervenir sobre esta causa para resolver el problema.
  2. Hay que entender a Juan para comprender el sentido de sus actos. A lo mejor trata de independizarse y marcar un corte con su infancia; acaso le molesta que su madre continúe viéndolo como un niño y se rebela contra eso de un modo radical; tal vez se siente más escuchado por sus amigos que por su familia. Sólo tras haber comprendido la manera en que Juan ve las cosas, podemos decidir qué hacer o si siquiera se trata de un problema.

La solución, en el próximo artículo…

16 thoughts on ““Soy terapeuta, a secas”: el fin de las escuelas psicoterapéuticas, primera parte

  1. Ma. de Lourdes says:

    jajaja… chévere eso de dejar “en suspenso” la “respuesta”.

    Sabes, creo que el ir creciendo como profesional terapeuta o coach, es un camino, necesitas aprender algo en un momento (tal vez una corriente) y luego con el tiempo, necesitas desaprender precisamente para seguir creciendo…como un ejercicio de diferenciación …hasta descubrirte en un nuevo nivel donde más que una corriente tienes posición filosófica o un paradigma mucho más grande desde el cual vives la vida
    y también acompañas a otros…
    Estaré atenta al ´”próximo artículo”

    Saludos,

    M d L

  2. Rodrigo Carrillo says:

    Querido Esteban!! Me ha encantado este articulo. La mejor manera en la cual desde hace algunos anios me defino es como “Privat Denker” (Pensador privado), y me atreveria a decir que igualmente tu eres un pensador privado. Una vez escribi que el seguir una linea de pensamiento me parece dietetico, hoy diria casi anorexico. Y es que en ese aferramiento esclerotico a lo que uno u otro dijo, no podemos progresar como seres humanos. Recuerdo que Yalom conto la anedocta en su libro “The gift of Therapy” que despues de algunos anios de terapia de grupo, en donde un psicoanalista era el terapeuta todos comentaban de los cambios que habian sucedido en esos anios en sus vidas como personas. Todos concluyeron que todos habian cambiado salvo el terapeuta, Este terapeuta se dirigio a Yalom y le digo algo asi “Ves hijo, eso se llama tener una buena tecnica”. Al termina de leer eso, me quede absorto, de lo cuanto ese terapeuta se habia perdido de su vida profesional, se quedo esclerotico, sin fuerza de cambio, quiza por que esas teorias arcaicas, dan un sentido de arqueologia y seguridad. Esoe s la seguridad, pero no se ha de buscar seguridad en una terapia, sino favorecer el cambio. ultimamente, remitiendome a tu articulo del defecto de fabrica a mis pacientes les aclaro lo de la estrategia del pasado que ahora no pueden emplear, y?? voila! los pacientes se sienten mejor comprendidos y empiezan a pensar que hacer de aqui en adelante, en lugar de hecharle la culpa a papa y mama.

    En lo que respecta a todo esto creo que el ser un Privat Denker es una cuestion de postura, no es una tecnica, no es una escuela, es un postura, y como sabemos no podemos quedarnos sentados en una misma postura, de ahi que siempre al sentarnos cambiemos tambien nuestra postura.

    Un abrazo y Salud proeshor!!!

    Rodrigo

  3. Rodrigo!

    Así que andas poniendo en práctica lo del “defecto de fábrica”… Ya voy a patentarlo! jajaja

    Me alegro de que te haya servido! En efecto, ayuda mucho a la gente entender sus problemas bajo esta luz más reconocedora, esperanzadora y positiva.

    Sobre el Privat Denker, es muy semejante al “pensador anti-sistemático”, no?
    Un fuerte abrazo,

  4. Hola María de Lourdes!

    En efecto, parte de este proceso es irse independizando de los aprendizajes previos. O profundizándolos, si lo prefieres. De hecho, en eso consiste vivir, precisamente!

    Un abrazo,

  5. Rodrigo Carrillo says:

    Efectivamente profeshor… Privat Denker tiene mucho que ver con lo de pensador antisistematico.

    Es algo asi como irse haciendo con el mundo desede y para este. Siempre el horizonte nos lleva ventaja, de ahi que es inagotable el conocimiento. y claro nosotros ubicamos una perspectiva en un momento y espacio determinado, es asi como un chasquido del encendedor, eso es.

    Salud!!

  6. Fidaa says:

    Saludos, interesante artículo, como todos los demás. Es importante la variable de la cosmovisión previa, pero se pasa por alto, otro factor, tal vez más lamentable: la institución donde se estudia psicología. Pues usualmente después del tercer nivel uno piensa especializarse en la corriente previa, para entender y profundizar mejor ese enfoque psicológico. Probablemente haya “cosmovisiones” parecidas entre tres personas, pero una estudia en una Facultad donde se enseña el enfoque cognitivo – conductual, otro el psicoanálisis y otro sistémico, por lo tanto eso también influye, aunque como dices tampoco predice su eficacia, en los tratamientos. Si bien el factor personal es decisivo para ser un buen terapeuta, si por ejemplo la ansiedad y la depresión se trabajan bien en el enfoque cognitivo standar, ¿porqué pasarlo por alto? un “buen” psicoanalista, ¿podría ayudar a superar los síntomas de depresión si su enfoque es limitado, para ese tipo de casos? Las variables “condiciones personales” y “técnicas”, deben ser excluyentes, para predecir logros en la psicoterapia?
    Saludos.

  7. Gracias!
    En efecto, también hay una influencia de la orientación que se ha estudiado más en el pregrado. Sobre todo en ciertas universidades que parecen confundir la educación con el lavado de cerebro; aquellas en las que los estudiantes sólo leen una cosa y jamás son expuestos a otras formas de entender la realidad.

    En todo caso, las diferentes cosmovisiones previas alteran significativamente el modo en que distintas personas integran el aprendizaje; máxime considerando que, como he señalado, en el caso de la psicoterapia la integración forzosamente pasa por alterar la propia identidad: “soy” psicoanalista, psicodramatista, humanista, cognitivo… De ahí que, por ejemplo, teóricos tan disímiles como Fonagy y Lacan se llamen o hayan llamado a sí mismos “psicoanalistas”.

    Admito que, a primera vista, no debería haber contradicción entre la cosmovisión del terapeuta y su empleo de tal o cual técnica. Después de todo, las técnicas son “herramientas”; y un carpintero no deja de usar martillo porque haya sido el símbolo de los bolcheviques. Pero no es tan simple.

    Existe un factor fundamental llamado “adherencia”: la medida en que el terapeuta sigue al pie de la letra las indicaciones técnicas del manual o se aparta de ellas. Puesto que, a su vez, cada técnica se deriva de una teoría que tiene su propia carga filosófica, los terapeutas se adhieren mucho más a las técnicas cuyos fundamentos filosóficos comparten. ¿Crees que un cognitivo estándar se preste a usar técnicas psicodramáticas? ¿Te imaginas a un humanista haciendo las incisivas preguntas de un terapeuta sistémico estructural? Al cognitivo le parecerá que el psicodrama no tiene bases empíricas ni estudios de eficacia comparada (y lleva razón); el humanista tacharía las intervenciones sistémicas de “directivas” y tendría miedo de “afectar el proceso” de sus clientes.

    Así, la coherencia entre la cosmovisión del terapeuta y las bases filosóficas de una técnica determinada dan la medida en que se adherirá a esta a lo largo del tratamiento; y de la adherencia depende, sin duda alguna, la eficacia de una técnica per se. No es que sean variables excluyentes; es que, lo mires como lo mires, la variable “terapeuta” tiene mucha más influencia que la variable “técnica-teoría de la terapia”. Recuerda que la técnica en abstacto no existe; sólo se manifiesta cuando alguien la pone en práctica, cuando se “encarna” en un terapeuta. (A los investigadores en psicoterapia, desgraciadamente obnubilados por el paradigma médico, también les vendría bien recordar esto: ¡una técnica no es en lo absoluto comparable a un tratamiento médico!)

    Finalmente, creo que un “buen psicoanalista” es extremadamente difícil de definir: hay tantas escuelas de psicoanálisis como analistas, cada una con sus ídolos. La investigación demuestra, en todo caso, que las terapias psicodinámicas breves son casi tan eficaces como la cognitivo-conductual en ansiedad y depresión. Y es un resultado nada despreciabe.

  8. Ramón says:

    Tengo la sensación de que que lo que hago a veces como terapeuta no está escrito en los libros. Y cuando sucede eso me siento un poco aliviado.
    Se “escribió” en ese momento, apareció.

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