La Fuerza

(El análisis de los requerimientos de la noción de “fuerza”, de lo que presupone su “juego de lenguaje” -objeto, agente, propósito-, es una transparente referencia a la “pentada” analítica de Kenneth Burke.
Se discute también la distinción taoísta entre “fuerza” y “poder”).

 

Quien habla de “fuerza” se introduce en un espacio simbólico complejo y abigarrado, lleno de equívocos y dobles sentidos. Sin embargo, como es costumbre en el estudio de los símbolos, este espacio simbólico se sostiene de un conjunto de “parecidos de familia” parcialmente superpuestos pero que transmiten un sentido relativamente unívoco y definido.

Así pues, quizá podamos alcanzar este sentido, este núcleo, tirando de los hilos que se desprenden de la idea de “fuerza” –en la esperanza de que se anuden en un punto común.

 

Una definición común en física de “fuerza” la entiende como “la capacidad de realizar un trabajo”. Hay aquí muchos elementos a destacar: la noción de “capacidad”, por ejemplo, la de “trabajo”, la idea de “realización”. De una u otra manera, encontraremos los tres una y otra vez bajo diversos disfraces –ya que nacen de una masa indiferenciada y magmática; mas podemos tomar alguno como punto de partida y profundizar en sus definiciones y relaciones.

Comencemos con la “realización”. Realizar algo, llevarlo a cabo, supone, en primer término, un escenario, una materia que ha de recibir la acción, ser realizada o consumada; en segundo término, supone una idea, una tendencia o dirección hacia la cual habrá que conducir dicha materia; y en tercero, supone un actor, un causante u origen del cambio.

La fuerza necesita, por ende, de un objeto en el cual ejercerse, de un agente que la ejerza y de un propósito hacia el cual ha de utilizarse.

 

Se nos presentan ya algunas intuiciones. Una de las etimologías tradicionales de la palabra “materia” la deriva de mater, madre o matriz; metafóricamente, el continente que acoge la energía o potencia masculina y da luz a un producto o criatura. Esta es, en suma, la cosmología propuesta por Platón en el Timeo y retomada (con importantísimas diferencias) por Aristóteles en su teoría de la “materia” y la “forma”.

La materia es la “matriz” de lo existente; la forma, la Idea que lo anima y lo conduce hacia el Motor Inmóvil –a Dios, en la versión tomista, y al GADU, en nuestra Orden.

 

Pero si la materia es femenina, la fuerza ha de ser masculina. Efectivamente: su sinónimo y antecesor lingüístico, “vigor”, se emparenta con la palabra “virtud” (originalmente, “fortaleza de carácter”) y proviene a su vez de viri, raíz de la palabra “varón”.

Así, muy probablente, la metáfora originaria del término “fuerza” haya sido el semen y el falo, los representantes del poder generativo, de la capacidad de “dar forma” a lo informe, de desbastar la piedra –en contraste con la matriz y la vagina, los receptores o continentes que acogen y protegen lo creado.

Este sentido de “fuerza” se conserva aún hoy en ciertos usos de la palabra “virtud”: la “virtud curativa” de una planta, por ejemplo, o la expresión “en virtud de”, o el verbo “desvirtuar”, retirar de una cosa lo que le es propio y la define como tal.

(Cabe mencionar que el clásico chino El Libro del Tao y el Te puede traducirse como “Libro del Camino y la Virtud”. La palabra china te tiene, así, muchos paralelismos con nuestra idea de “virtud”).

 

De aquí surgieron otros significados, que también podemos reconocer; en concreto, el de “virtud” como “la capacidad de refrenar las pasiones” o de “gobernarse o poseerse a uno mismo”. Vemos, nuevamente, el mismo círculo lógico: las pasiones, los caballos salvajes que han de ser dominados, la razón, que dirige el dominio, y la voluntad, que ejerce activamente el dominio.

En este aspecto, vale recordar que un símbolo tradicional de la fuerza es el martillo o mallete. Descendiente del “martillo de Thor” (a su vez atributo de Indra, el dios hindú del trueno), representa la fuerza bruta sin modelar que se apropia de la materia. La Mas:. retoma este simbolismo: el mallete es la voluntad que, adecuadamente conducida, convierte la piedra bruta en piedra cúbica-piramidal.

Este es uno de los sentidos de “fuerza” en Mas:.: la voluntad, guiada por la Sabiduría, para erigir el Templo de Salomón en la vida propia.

 

Aquí, empero, la “fuerza” es muy semejante a la virtud cardinal de la fortaleza, definida como la capacidad de resistir los embates y calamidades de la vida sin flaquear en la fe, y simbolizada por la piel de león (la del león de Nemea, que portó Hércules luego de vencerlo), la armadura del soldado, la columna de Sansón.

La idea de “no flaquear” nos remite al significado de la palabra sagrada del Pr:. Gr:., “Boaz”, que significa “En Él la Fuerza”. Este “Él” es, por un lado, el GADU cuyo diseño determina el orden del acontecer; y, por otro, la interioridad del A:., en donde éste puede encontrar el valor para desbastar su propia piedra mediante el trabajo constante sin desfallecer.

 

De este modo, la idea original de fuerza como energía o potencia, y su imagen asociada de un acto efectuado sobre un continente pasivo, se transforma insensiblemente; abandona su condición abrupta y violenta –pero que, por eso mismo, se agota a sí misma en su realización– y se torna una actividad continua, constante, permanente.

La tradición china recoge muy hábilmente esta dicotomía de la idea de “fuerza”; en el Libro del Tao, por ejemplo, se diferencia la “violencia” de la “fortaleza”; aquella se agota en una inútil exhibición mientras que ésta se mantiene al dosificarse. Se alaba al agua, epítome de la resistencia pasiva y el poder de la fluidez y la adaptabilidad.

 

Encontramos en Mas:. la fuerza en este sentido en la imagen de la columna, que sostiene o preserva la cúpula del Templo –y, por extensión, la cúpula celeste y los Pilares de la Tierra, los axis mundi o las columnas de Hércules; las columnas que flanquean el Templo y las que derribó Sansón.

Aquí, la fuerza es entendida como trabajo, como actividad infatigable; el papel de Brahma, el Preservador de la trimurti hindú (junto con Siva, el Destructor, y Krishna, el Creador). Es también de este modo como se comprende la “fuerza” en Mas:.: la Voluntad que, golpeando repetidamente la materia bruta por mediación del cincel y rectificándola de acuerdo con la Escuadra, la convierte en piedra perfecta para ser empleada en la construcción del templo de la Historia.

 

Hemos visto, así, el punto de partida de la metáfora de la “fuerza”, y sus dos sentidos empleados en la Orden.

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