La soledad del Dios

(Cuando tenía 18 años escribí este cuento en una sola noche y casi sin hacer correcciones. Es evidente la influencia de Jorge Luis Borges; pero el estilo se deriva más bien de Lovecraft, quien a su vez lo extrajo de la maravillosa La Colina de los Sueños de Arthur Machen, el cual se inspiró en Poe.
Me lo sugirió la descripción de la “esquizofrenia simple” de una enciclopedia de psicología: el enfermo que se aparta insensiblemente del mundo exterior y se sume en sus propias y bizarras ideas. Una breve reflexión me demostró la lógica, mórbida pero indiscutible, de su conducta: el esquizofrénico simple es quien comprende que nada existe fuera de él. Es un solipsista completamente coherente. Y se ha señalado repetidas veces que la única filosofía absolutamente indudable es el solipsismo; lo ha dicho Wittgenstein en una frase inolvidable.
Pero yo no lo conocía, en ese momento.

Es posible que también me haya basado en los cuentos de Fredric Brown; recuerdo que su Paradoja Perdida fue mi libro de cabecera durante un buen tiempo. Pero sólo años después daría con este cuento suyo, que hace uso del mismo recurso -para un fin totalmente distinto, aunque sin duda genial.

Los temas de la locura, la “irrealidad” de lo real, la soledad y la figura del profeta me han perseguido desde entonces, una y otra vez -en Graves, en Poe, en Wittgenstein y Machen, en Escher y en El Bosco. Cincelan, hasta ahora, mi forma de ver la filosofía, la psicología y el arte; y, de vez en cuando, duelen).

…Todo empezó luego de entrar a los Aislacionistas. Hasta entonces, me creía un hombre normal, con trabajo, familia y vida normales.

No lo era, y lo descubrí a través de las turbias y bastas doctrinas de los Aislacionistas. Me fascinaron sobre todo sus ideas acerca del hombre que encuentra su fin -y su Principio- en sí mismo.
Pero la Verdad estaba más allá, y nació de unir la Filosofía, la Religión y la Magia. Y supera cualquier otra creencia. Aun así, es muy simple.

La Verdad es que estoy solo. Ahora sé que no existe nadie más que yo; ahora sé que mi mente intentó -alguna vez, hace tiempo- cubrir la soledad con imágenes falsas.
Pero yo logré pasar por sobre esas imágenes, que antes llamaba Amor, Vida, Mundo, Destino. Y así llegué a la Verdad. Pero tardé bastante.

El resultado de descubrir la Verdad es convertirse en Dios; o, más bien, es saberse Dios. Soy Dios, porque soy solo. No hay nadie que me supere. No hay nadie.

Así pues, soy Dios, porque soy -y sé que soy- solo. Ahora manipulo el Universo a mi capricho, y río, porque soy un Dios cruel. Nada me importan los hombres, encerrados en sus pobres vidas, rogando que los saque de su miseria.
No lo haré. No lo merecen, y son mi Creación, imágenes que mi mente necesita.

Un Dios puede hacer lo que quiera con su creación, y mis hombres no pueden rebelarse. Soy Dios.

Soy Dios. Me gusta serlo. Pero a veces…

Mis hombres -mi creación- sabían describirme bien. El dios danza, y su danza es su creación. No puede existir sin él, pero le es distinta.

Yo soy el dios que danza.

Pero danzo solo. Ese es el resultado de ser Dios: no tengo nadie con quien compartir la Verdad. Un dios debe estar solo. Es doloroso.

A veces me siento solo.

Estoy solo.

Por los siglos de los siglos…

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-Pobre muchacho -dijo el doctor-. Esquizofrenia simple; no percibe nada del mundo.
-¿Nada? ¿Ni siquiera el dolor? -preguntó un alumno.
-Nada. Tiene cáncer; y aunque debe sentirlo, nunca ha dado muestras de ello. No le queda mucho.