Desde Buenos Aires, sobre los resultados electorales

Viajar abre la mente. Y también impone perspectiva.

Pues desde acá, Buenos Aires, a donde acabo de llegar para quedarme un buen tiempo, resulta más fácil reflexionar sobre los últimos resultados electorales.

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“¿Cómo puede haber arrasado Correa?”

Hace alrededor de un mes fui invitado una vez más por Dayana Mancheno a “El Blog de la Radio” de Sonorama (103.7 FM) para hablar sobre la campaña y los posibles resultados electorales. Vaticiné que Rafael Correa ganaría en primera vuelta con un buen margen, seguido de Lucio Gutiérrez con alrededor de veinticinco puntos.

Y eso ha pasado, efectivamente, casi al pie de la letra. Aquí, la entrevista:

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¿Qué pasará cuando hayan triunfado?: un análisis taoísta de la coyuntura política

Una derrota a plazos

Hace cosa de un mes fui invitado al programa “El Blog de la Radio”, en Sonorama, para hablar de los resultados del referéndum.

Mi impresión era -y sigue siendo- que haber conseguido un 64% de aprobación luego de una inversión publicitaria nunca antes vista (contando con las cadenas radiales del Presidente y con la propiedad estatal de varios medios de comunicación) y de dificultar la campaña de oposición da cuenta de una tendencia, lenta pero inexorable, hacia la pérdida del “capital político” y el apoyo popular para este gobierno. No es una victoria aplastante sino una derrota a plazos.

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Ilusión de alternativas e historia electoral reciente del Ecuador

Ilusión de alternativas y sufrimiento

Una de las mayores causas del sufrimiento humano -y, a mi juicio, la más importante- es la simplificación de las alternativas, también llamada “ilusión de alternativas”. Consiste en suponer que, ante cualquier situación, no hay más que dos opciones posibles -siempre contrarias. Por ejemplo, atacar o huir; abstenerse o atiborrarse; votar a favor o en contra de alguien, etc.

En psicoterapia, la ilusión de alternativas se emplea para favorecer el cambio del paciente obstruyendo las posibilidades de no cambio: por ejemplo, en vez de preguntar “¿en qué mejorará su vida si esta terapia tiene éxito?” se dice “¿en qué mejorará su vida cuando esta terapia tenga éxito?” Los maestros de la hipnosis ericksoniana la usan continuamente: “¿prefiere que lo hipnotice rápida o lentamente?”, en lugar de “¿quiere, o no, ser hipnotizado?”

Ilusión de alternativas y toma de decisiones

Uno de los resultados de este tipo de pensamiento es el conflicto evitación-evitación (que ha sido tratado en este lugar). En breve, la simplificación de alternativas nos transforma en zombies impulsivos y obstinados, prestos a “resolver” una situación conflictiva haciendo lo primero que se nos pasa por la cabeza -y que en ese momento nos parece “contrario” a la causa del problema. ¿Que odias al candidato gordo, bobo y oligarca? Pues ¡a votar por el joven autoritario y “educado”!

Una vez emplazado en este escenario mental, es muy difícil que alguien consiga abrir sus perspectivas y ver más allá de su nariz. De poco servirá el empeño de sus amigos en demostrarle que hay más de una alternativa; se encerrará en su definición de la situación -y justificará su conducta extrema mediante ejemplos aún más extremos.

Este escenario mental es el que predispone a las personas al suicidio, a la adicción compulsiva, al riesgo y a un sinnúmero de decisiones irreflexivas.

Ahora bien: la consecuencia de toda decisión impulsiva es que siempre nos desdecimos de ella; porque, una vez tomada, el escenario se amplía y las consecuencias se evidencian. Y puesto que lo que intentábamos era escapar de una alternativa que nos parecía la peor y la única, y no estábamos preparados para arrostrar los costos de la que usamos como salida de emergencia, el nuevo escenario nos devuelve al contexto original de la decisión y a esa molesta sensación de “¡ojalá hubiera hecho otra cosa!”

“El menos malo”

Así puede entenderse el devenir político del Ecuador en los últimos diez años. Todas las elecciones nos han conducido a callejones sin salida, a ilusiones de alternativas. Es evidente que ningún candidato, per se, ha gozado del apoyo de una buena parte del electorado. Más bien, su éxito ha sido siempre temporal y concomitante a una elección dicotómica; y el apoyo ha sido un artificio del cerrado contexto de elección. Y eso, porque nunca votamos por el mejor sino por “el menos malo” (en apariencia, al menos).

En primera vuelta, Correa obtuvo un 22% y Noboa un 26%; es decir, un total de 48% del electorado. La otra mitad se repartió entre el resto de opciones. Eso significa que sólo una quinta parte de los ecuatorianos preferían a Correa por encima de todos los demás candidatos posibles. En la segunda vuelta, el 56% votó por Correa y el 43% por Noboa. ¿Acaso un 24% de ecuatorianos se dejaron convencer de repente por las propuestas simplistas, mediáticas y demagógicas de nuestro Presidente?

Lo dudo. Más bien, un 24% prefirió a Correa -porque la única alternativa viable era Noboa, y les parecía repulsivo. Y, como suele suceder, ese 24% se autoconvenció de su acierto -conduciendo al país a esa suerte de euforia colectiva post-electoral y pre-presidencial que nos caracteriza (y que suele durar entre 3 y 6 meses).

Pero, naturalmente, cuando el contexto cambia, la decisión impulsiva se tambalea -y salimos a la calle a defenestrar al Presidente, costumbre que hemos vuelto a adquirir en la última década. A medida que el flamante Presidente hace declaraciones, se enmista con medios y sistema financiero, toma decisiones y aplica medidas que encarecen la propiedad (y por consiguiente el alquiler y la vida en general), ese 24% se vuelve un 20, un 12 y finalmente un 0%. Pero el 26% de Noboa (y el 17% de Gutiérrez, y el 14% de Roldós…) permanecen incólumes. Y se hacen cada vez más atractivos en retrospectiva: “si hubiésemos votado por X, esto no estaría sucediendo…”

De aquí a sentirse “traicionado” por el Presidente electo y a protestar en las calles hay sólo un paso.

Que tomamos, desde luego, colocándonos una vez más, a la larga, en el mismo callejón sin salida de elegir al “menos malo”.

¿Es que no hay salida?

La realidad es que hay más de dos alternativas, casi siempre. Y que este “más” no es el consabido “centro” sino algo totalmente distinto. Así como en la pintura hay más que el rojo y el verde, y un pintor que propusiera “superar el rojo y el verde” mezclándolos quedaría en ridículo, en la política hay más que la izquierda y la derecha, y tratar de combinarlas conduce a la confusión, la contradicción y el caos.

Pero de esto, más adelante…

“Ya no soy Rafael Correa”

¿Rafael Correa, o El Presidente?

En sendas situaciones, el Presidente actual ha repetido más o menos la misma frase:

  • Ya no soy Rafael Correa: ahora soy el Presidente de la República, y por tanto merezco respeto”.
  • Ya no soy Rafael Correa: ahora soy el Presidente de la República, y por tanto nadie va a jugar conmigo”. (La frase original, pronunciada en Manabí la semana pasada, es algo más procaz; pero el sentido es el mismo).

Curiosamente, un simple análisis de los supuestos detrás de esta frase demuestra que el Presidente no cree que las personas comunes y corrientes merezcan respeto alguno, y que con ellas se puede hacer lo que le da a uno la gana.

De ahí que proponga que “por ser el Presidente” han de tratarlo bien, y que “por ser el Presidente” se hará oír y respetar.

Y detrás de esto se evidencia a las claras su visión del mundo: quien no tiene poder está indefenso.

Porque, y según su propio discurso, como Rafael Correa era casi un don nadie. Un don nadie amistoso, sonriente, padre ejemplar y esposo amante -a juzgar por las cuñas televisivas. (Las de la segunda vuelta, únicamente: en la primera hacía declaraciones grandilocuentes salpicadas de amenazas. Igual que ahora). Pero alguien a quien no había que respetar y a quien cabía manipular.

O sea, un ciudadano como cualquier otro. Como tú o como yo.

Así que ¡cuidado, ciudadanos de a pie!: nosotros no somos “El Presidente”.

En el fondo de la caja

Álvaro Noboa y Rafael Correa

Cuando Pandora abrió la caja y dejó salir todos los males del mundo, quedó desolada.

Desesperada, más bien.

Entonces, una vocecita la llamó desde el fondo de la caja. Asustada, Pandora se asomó -¿quedaba todavía algún mal por escapar?

Allí, en plena oscuridad, una luz diminuta empezó a crecer y a flotar tímidamente; y de un salto alivió las heridas de Pandora y Epimeteo y se lanzó a sanar el mundo.

Era la Esperanza.

Pandora, de Rosetti

Sí, sé que es difícil de ver.

Pero allí está, en la oscuridad,

En el fondo de la caja.